
Dijo el otro día Gabriel Rufián en el Congreso que si él paga el desfile de una cabra por la Castellana, a ver por qué no van a pagar los diputados de la oposición el rescate de los flotilleros comandados por Ada, Greta y Barbie Gaza. Cuando habla don Gabriel, lo revelador no es lo que expresa sino lo que delata. En este caso el rudo silogismo rufianesco trasparenta una noción de patria que no es la propia de un diputado nacionalista -nada le gusta más a un nacionalista que un desfile militar- sino la que cultiva la mente llamada progresista de nuestro tiempo. Una mente fascinante, inmóvil, religiosa sin saberlo, impermeable a la filtración de la escurridiza realidad, aferrada al recuerdo épico de aquel ambiente amarihuanado de una asamblea universitaria.







«Seremos pocos, pero bien sectarios» Espero que la mayoría social de Venezuela haya aprendido de esta tragicómica declaración del (burgués) líder de los trotskistas locales de antaño para no dejarse atrapar por las estupideces de los (desclasados) rufianes de hogaño