
Ni siquiera decenas de cadáveres son capaces de unir a quienes los representaban en el Congreso. Ni siquiera la mayor riada de nuestra historia reciente puede derribar el muro de la polarización que separa al Gobierno de la oposición. Ni siquiera un pálido temor a la opinión de los valencianos o los manchegos calma la voracidad colonizadora de un sanchismo zombi y espectral que sigue lanzando dentelladas a las instituciones de todos mientras la corrupción trepa por sus piernas.






