
Tiene advertido el presidente que no se le moleste durante su retiro vacacional. Antes de volar a Lanzarote, en el último consejo de ministros del curso, dejó meridianamente claro que su descanso era un asunto de seguridad nacional. Que nadie debía importunarle a menos que se acabara de producir una verdadera catástrofe: otra pandemia, la invasión de Polonia por parte de Putin, la filtración de una nueva carta de recomendación de Begoña a favor de una empresa subvencionada por el Gobierno. «No me llaméis ni aunque el Teide entre en erupción. Si sucede, ya veré yo el humo desde La Mareta», sentenció ante los ojos atónitos y serviles de sus ministros y ministras.






