La triste cofradía del dedito tieso

Así que ya no te gusta la selección, fatuo progresista. Ahora que esos chicos a los que tanto elogiabas por la mañana no se prestaron por la noche a encarnar dócilmente tus obsesiones ideológicas; ahora que no han rendido la debida pleitesía al oportunismo de tu señor en horas bajas, marido de una imputada por corrupción y tráfico de influencias; ahora que cantan Gibraltar español en vez de llamar genocida a Israel; ahora que vocean estribillos de reguetón macho en vez teñirse el pelo de color lila en señal de sororidad; ahora, vaya por Dios, estos jóvenes han dejado abruptamente de gustarte. Porque ya no te sirven. Tendrás que buscarte a otros héroes más reutilizables, más concernidos por el cambio climático, alguna guerrera racializada estilo Biles que encaje a martillazos en el patrón woke, aunque ella siga prefiriendo ser reconocida por sus inalcanzables hitos de fortaleza y no por sus anecdóticos instantes de debilidad. Porque eso hacen los deportistas de élite desde Píndaro: acercarse a los dioses merced a un esfuerzo sobrehumano y festejarlo luego hasta el amanecer como simples mortales. Así nuestros futbolistas de oro.

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1 comentario

17 julio, 2024 · 20:26

Una respuesta a “La triste cofradía del dedito tieso

  1. Avatar de la transfiguración del lugar común la transfiguración del lugar común

    Al parecer le habían avisado desde el partido con Alemania que no querían ni verlo en los vestuarios. Para eso podía irse con la señora a los vestuarios de la sauna Adam, donde les recibirían alborozados un comité presidido por…no sé, Marlaska parecería el apropiado. Creo que Pedrito estudió en el Ramiro de Maeztu, donde había (actualmente no sé si sigue habiendo o está silenciosamente eliminada, como es la norma del partido) una estatua heroicodeportiva cuya pudibundez despertaría el sarcasmo del profesor de arte que zascandilea con la señorita Brodie de la famosa novela de Muriel Spark. También había, y éste lo hecho amargamente de menos, un chosco de brebajes herreriano que abundaban por Madrid entonces (entonces. Allá por acullá) donde en uno de mis paseos rapsódicos caída ya la noche (los paseos que da cualquiera a los dieciocho años, digo yo) escuché a los Ramones rogando ‘I wanna be sedated’. Ah, que recuerdos. Lo mismo daría un aguardiente ‘El Polvorín’ que un buen encargo de sintéticos último grito. Mirando la cara del maestro de ceremonias uno, que es un ignorante, duda de cual le vendría mejor.

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