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Amanece el día del aniversario monárquico con cierto ambiente de episodio nacional. En Galdós el protagonismo no lo ostentan los reyes sino siempre el pueblo, y esto es algo que no ha perdido de vista la Casa Real de Felipe VI en ningún momento de los últimos 10 años. Por eso la gente empieza a llenar muy pronto las inmediaciones del Palacio Real, que es el monumento perfecto: evoca la majestad de un imperio pero también jalona nuestra ruta del vermú. Tiene la honorabilidad de los siglos y la familiaridad de las plazas. Y de ese enlace morganático entre historia y costumbre depende quizá el éxito de toda monarquía parlamentaria en el siglo XXI.