Amarás el fútbol hasta el último hueso

El balón bajaba suave centrado desde la derecha, pero no usé la cabeza. Uno juega al fútbol para convencerse de que aún tiene 20 años, y si el cuerpo no se adapta a esa convicción tanto peor para el cuerpo. Así que traté de rematarlo en volea acrobática, contacté con el empeine la pelota (que se marchó lejos de la portería) y al caer oí el crujido. Entendí entonces el vaticinio del poeta cuando advirtió que el mundo no acaba con un estruendo sino con un gemido. Miré y descubrí que me había nacido un tercer codo por el extremo opuesto al lugar donde solía estar el segundo, haciendo pareja con el primero, un codo supernumerario que inauguraba un ángulo cubista en mi brazo izquierdo. No tuve tiempo de saludar al nuevo miembro de la familia porque de pronto alguien apagó la luz. A oscuras me puse de pie y atisbé la gravedad del cuadro clínico en las miradas de espanto de mis compañeros de pachanga. Pregunté tímidamente si alguien sabía colocar codos. Se decretó el final del partido y Carlos Cué se prestó a llevarme al hospital. «Ni se te ocurra intentar colocártelo. Vámonos ya».

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1 comentario

28 mayo, 2024 · 7:58

Una respuesta a “Amarás el fútbol hasta el último hueso

  1. Avatar de ¿Dado o cedido? más lejano que las estrellas y más cercano que los ojos ¿Dado o cedido? más lejano que las estrellas y más cercano que los ojos

    El hombre posee vicios gregarios o vicios solitarios, en el deporte más que en ningún otro campo. En mi caso es el segundo, la natación, que si no me obsequiara con visiones fantásticas cuando la practico de espaldas probando a modular las fantásticas/reales como la vida misma ocurrencias electromagnéticas que ocurren al cerrar los ojos no sé qué sería de mí. Y con el poeta me da que ocurría lo mismo, con un deporte, la fragata, más singular (se necesita dinerete) y más mezclado al flujo de la vida del practicante. Sabrá que un antepasado suyo compuso un tratado al estilo del de Castiglione llamado ‘The gouvernor’ . Ese gobernalle es el timón -wheel- que aparece en varias acepciones en los lugares más insospechados de su obra: ruedas de coches, chakras de su budismo; el destino si quiere. Y como un demiurgo digo yo que se sentiría volteando acá y allá el timón con la niebla enfrente y la llamada del hylocichla mustelina: quizá el pájaro que le dijo que los humanos no pueden soportar demasiada realidad. Para mí ‘Marina’ es la piedra de toque de Eliot, más que el baldío o los cuartetos; más que la fiambre esa del así acaba el mundo etc etc. Pero pruebe usted con los solitarios -en inglés patience- y deje en paz a sus pachangas.

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