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El fango es como los ansiolíticos: cuando te enganchas necesitas doblar la dosis para obtener el mismo efecto. Los plumillas acudíamos al Congreso con las expectativas cenagosas muy altas, calzados con katiuskas y cubiertos por impermeables, confiando en recibir la crecida de fango que promete cada sesión parlamentaria. Y sin embargo apenas se nos obsequió con un puñado de lamparones.