
Nos sorprendió que Pedro apareciera por el escaño tras la debacle gallega. No es la clase de carácter que encaja con torería las humillaciones. Podría haber excusado la espantada en un despegue anticipado del Falcon hacia Marruecos, pero no lo hizo. ¿Por qué? El motivo no podía ser noble y quedó al descubierto en su respuesta a Feijóo, recibido en el hemiciclo bajo una balsámica lluvia de aplausos peperos. Cuando el líder de la oposición le preguntó por su responsabilidad en el fiasco del 18-F, el presidente felicitó a Feijóo no por su victoria sino por sumarse a la ¿tesis? de la reconciliación a través de la amnistía. Ya saben, aquella sobremesa con periodistas que sirvió al oficialismo para alimentar una equivalencia paranoica entre las opiniones y personalidades de Feijóo y de Sánchez. Que una cosa es especular torpemente entre cervezas y otra reventar el Estado de derecho tramitando una amnistía redactada por un fugado. Por cierto que ni Yolanda Díaz ni Santiago Abascal se dejaron ver por el Congreso. Igual no vuelven hasta que pasen las vascas.






