Vida de un filósofo

Hay quien no sabe envejecer y se lo reprochamos porque nos carga su infantilismo, su negativa ridícula a aceptar la victoria del tiempo, su esfuerzo insensato por parecer lo que no es. Pero luego hay quien no envejece porque sencillamente no sabe cómo se hace. Cómo es eso de abandonarse a la gravedad de la vida adulta, de acartonar el carácter, de congelar la sensibilidad, renunciar a placenteras travesuras y someterse a las convenciones del orden social o a las componendas de la servidumbre laboral. Y a estos segundos los admiramos, porque han conquistado una posición de libertad inexpugnable, defendida contra todos menos contra sí mismos. Siguen viendo al niño victorioso en el espejo.

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29 enero, 2024 · 8:47

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