
Emerge Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884-Madrid, 1962) en la historia de nuestras letras como una rareza con el mismo número de padres que de hijos: pocos o ninguno. Del gran estilo decimonónico lo emancipó pronto su rebeldía antirretórica tras algunas tentativas modernistas de adolescencia. Y discípulos no ha tenido (aunque sí voluntariosos imitadores), porque su talento es hijo de una personalidad y una época excepcionales, y permanece incólume como el mosquito en el ámbar. En esa originalidad lleva la recompensa, pues a su periodismo no le faltan lectores un siglo después de haber sido escrito. ¿Cómo es eso posible? ¿Qué mantiene a Camba vivo en lo más alto del canon del articulismo español?






