
Pedro se ha dado cuenta de que confesar su proyecto de muro fue peor que un crimen: fue un error. Se relajó en la investidura, la carcajada le aflojó el músculo facial y enseñó su alma del calibre 36, mes de julio por más señas. Y como no ha llegado adonde ha llegado transparentando sus intenciones, ahora tiene que corregir aquel estúpido rapto de sinceridad. Así que se ha puesto a tender la mano al PP como si no hubiera mañana, con el objetivo de traspasar la responsabilidad del cordón sanitario y del muro guerracivilista a la víctima. Que Feijóo parezca el inventor del no es no.






