
Al Congreso no se le toma el pulso real en las grandes jornadas, en las juras de princesas o las aperturas solemnes, sino en mañanas anodinas como la de este miércoles. Era la primera sesión de control de la legislatura pero no asistía el presidente, a quien el Congreso siempre le ha parecido un lugar redundante, superpoblado. A él con tres escaños le bastaría: uno para él y dos para sus viriles atributos. La ventaja es que al faltar Sánchez el pleno se desarrolló con menor crispación, porque sus siervos ya no se matan por satisfacer al señorito compitiendo en invectivas contra la oposición.






