La obligada nobleza de llamarse Redondo

Uno puede esforzarse por imitar las virtudes de Nicolás Redondo Terreros. Puede entrenarse en la templanza, coleccionar el coraje, blindar la carcajada de barítono, opositar a catedrático de conciencias tranquilas, cebar la chimenea con esas listas de agravios que otros enmarcan en el retrete y ofrecer siempre el corazón a la amistad con el distinto. Pero parafraseando a Borges confieso que yo, que tantos hombres he sido, no seré nunca aquel a quien expulsó Pedro Sánchez. Y ese timbre de gloria, esa codiciada jarretera, ese incalculable toisón cuelga ya de su pechera como la más bella de las amantes de un viejo guerrero, sumiendo a los aprendices en la frustración. Y aunque aprendí de Pla que el secreto de la felicidad consiste en no envidiar nunca a nadie, hoy envidio el alto honor de Nicolás como si acabara de regresar vivo de las Termópilas.

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15 septiembre, 2023 · 14:06

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