
Todo está listo en La Mareta, el palacete lanzaroteño donde veranea Pedro Sánchez, para recibir en secreto a Carles Puigdemont. Es fundamental que el honorable presidente en el exilio se sienta cómodo en este archipiélago perteneciente al país vecino de Cataluña. A tal efecto se han evacuado discretas consultas para averiguar los gustos más íntimos del president, desde la ratafía a los neonazis nórdicos, y se han retirado todos los símbolos del Estado español que quedaban a la vista, incluida una figurita de flamenca que le regaló a Begoña la ministra de Hacienda. El objetivo es claro: que cada presidente gobierne pronto su respectiva nación, una vez solventados ciertos problemillas con la Justicia que arrastra el molt honorable desde 2017.






