
Se habla mucho de Ana Alcalde, Hanan para el mundo árabe y Barbie Gaza para el mundo libre, pero su personalidad no reviste el menor interés. Se trata del enésimo cerebro manufacturado por el delirio progresista contemporáneo: corto de lecturas, largo de sectarismo, kilométrico de postureo, meteórico de hipocresía. De todos los activistas de la Flotilla la única que ha despertado mi sincero interés antropológico es Reyes Rigo, la profesora de acupuntura de Mallorca retenida por las autoridades israelíes. La acusan de haber mordido a una funcionaria en la prisión de Ketziot durante un examen médico, aunque las informaciones que rodean el suceso maxilar son contradictorias. Según la versión gubernamental, Rigo habría practicado esta suerte de acupuntura dental con la trabajadora sanitaria mientras estaba siendo escoltada de vuelta a su celda. La enfermera del presidio sufrió heridas leves que en ningún caso han cursado con síntomas infecciosos o compatibles con la licantropía, la rabia o el tétanos. Según la versión del activismo flotillero, Reyes no tuvo más remedio que defenderse del trato vejatorio que habría recibido por parte de la consabida brutalidad de un régimen genocida.






