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La alergia fue invento de algún nacionalista periférico celoso del estallido de la primavera madrileña. En Madrid, por mayo, el sol se apiada de la palidez de los turistas y verdean las copas del Retiro, cuajan los jazmines en la tapia del Botánico y las terrazas prometen a la vez la primera y la penúltima. En Madrid, por primavera, con suerte el Real ha llegado a otra final de la Copa de Europa y la derecha de camisa por dentro convoca una manifa contra Pedro Sánchez. ¿Qué más se puede pedir? Solo la alergia puede arruinar un plan de domingo tan completo, mientras dormita la juventud sin futuro y con resaca, las piscinas no han abierto todavía y hay excusa para cumplir en misa de ocho.